jueves, 31 de marzo de 2016

Cerrado por derribo. (Joaquín Sabina)

Este bálsamo no cura cicatrices,
esta rumbita no sabe enamorar,
este rosario de cuentas infelices
calla más de lo que dice
pero dice la verdad.

Este almacén de sábanas que no arden,
este teléfono sin contestador,
la llamaré mañana, hoy se me hizo tarde…
esta forma tan cobarde
de no decirnos que no.

Este contigo, este sin ti tan amargo,
este reloj de arena del arenal,
esta huelga de besos, este letargo,
estos pantalones largos
para el viejo Peter Pan.

Esta cómoda sin braguitas de Zara,
el tour del Soho desde un rojo autobús,
estos ojos que no miden ni comparan
ni se olvidan de tu cara
ni se acuerdan de tu cruz.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir con Dios a los dos nos sobran los motivos.

Esta paya tan lejos de su gitano,
este penal del puerto sin vis a vis,
esta guerra civil, este mano a mano,
estos moros y cristianos,
este muro de Berlín.

Este virus que no muere ni nos mata,
esta amnesia en el cielo del paladar,
la limusina del polvo por Manhattan,
el invierno en mar del plata,
los versos del capitán.

Este hacerse mayor sin delicadeza,
esta espalda mojada de moscatel,
este valle de fábricas de tristeza,
esta espuma de certeza,
esta colmena sin miel.

Este borrón de sangre y de tinta china,
este baño sin Rimmel ni Nembutal,
estos huesos que vuelven de la oficina,
dentro de una gabardina
con manchas de soledad.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir con Dios a los dos nos sobran los motivos...

viernes, 25 de marzo de 2016

Cerca de las vías. (Fito Cabrales)

Hay días que parece 
que nunca se va a apagar el sol, 
y otros son más tristes
que una despedida en la estación.

Es igual que nuestra vida
que cuando todo va bien...
un día tuerces una esquina
y te tuerces tú también.

Esa telaraña
que cuelga en mi habitación
no la quito, no hace nada,
solo ocupa su rincón.

Yo he crecido cerca de las vías
y por eso sé,
que la tristeza y la alegría,
viajan en el mismo tren.
¿Quieres ver el mundo?
Mira, está debajo de tus pies.

Con el paso de los años
nada es como yo soñé.
Si no cierras bien los ojos,
muchas cosas no se ven.

No le tengo miedo al diablo,
¿no ves que no puedo arder?
No hay más fuego en el infierno
del que hay dentro de mi piel.

Todo lo malo y lo bueno
caben dentro de un papel.
¿Quieres ver el mundo?
Mira, está debajo de tus pies.

viernes, 18 de marzo de 2016

Nueces. (Coti Sorokin)

Él era solo un niño de trenes sin destino buscaba su camino y de repente  algo cambio su vida en la estación.

Allí estaba ella, única con pulseras, con flores en el pelo y la sonrisa comiéndole la cara en el vagón.

¿Cuantos días, cuántos meses, cuantos años esperando que la vida lave todo el desengaño? ¿Cuantos días, cuantas nueces? Veinte años separados no lograron apagar ese amor, ese amor, ese amor. 

Pero llegaron tiempos, oscuros y violentos en que toda la vida era un callejón que no tenía salidas solo de sol a sol.

Ella partió deprisa voló como una brisa huyendo de esos días y él lo comprendió por que estalló en pedazos su corazón.

¿Cuantos días, cuántos meses, cuantos años esperando que la vida lave todo el desengaño? ¿Cuantos días, cuantas nueces? Veinte años separados no lograron apagar ese amor, ese amor, ese amor. 

Pero un día se encontraron como trenes de ida y vuelta en el andén. Se abrazaron, se besaron y todo empezó de nuevo, otra vez.

¿Cuantos días, cuántos meses, cuantos años esperando que la vida lave todo el desengaño? ¿Cuantos días, cuantas nueces? Veinte años separados no lograron apagar ese amor, ese amor, ese amor. 

viernes, 11 de marzo de 2016

La tormenta. (Haruki Murakami)

Y una vez que la tormenta termine, no recordaras como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entro en ella. De eso se trata esta tormenta.

A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer.

Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir cruzándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo....

Imagínate una tormenta como ésta.


viernes, 4 de marzo de 2016

¿Para qué? (Alex Sampedro)

¿Para qué me diste fuerza?
¿Para qué me diste voz?
¿Para qué diste tiempo?
¿Para qué un corazón?
¿Para qué creaste vida,
y me diste una canción?
¿Para qué me diste luna?
¿Para qué me diste sol?
¿Para qué me diste sol? 

¿Para qué vivir más años?
¿Para qué sentir pasión?
¿Para qué el mediterráneo?
¿Para qué mi habitación?
¿Para qué me rescataste? 
Y me diste tu perdón.
¿Para qué me diste luz?
¿Para qué me diste el sol?
¿Para qué me diste sol? 

Para adorar, 
para adorar, 
para mirar tus manos, 
separando el mar. 

Para adorar, 
para adorar, 
para subir al monte, 
y ver tu majestad.